En
la ciudad
marzo-1981
Rimbombante
y arrítmica
cadencia
de
rocinantes ruidos metálicos,
motorizados
los pies y la cabeza
se
hace dueña la estridencia
en
el tapón
del atardecer.
Nichos
fálicos
de cemento
donde
la muerte burocratizada
hace
de la rutina su empresa
y
cuando la tarde va a caer
sus
entrañas son abandonadas en tropel.
Entonces
en la urbe arde el neón,
y
en el cielo las estrellas,
cambia
de vestido la ciudad,
la
noche se llena de pasión.
En
la marginal se restrellan
las
manos sobre el tambor,
ahora
el bailoteo de verdad,
la
niña
de quince hace el amor,
vez
primera, su debut en sociedad,
mientras
San Juan se quema con ardor.
En
el viejo sector español
la
nueva izquierda se escapa,
escondida
en café-teatros
del yanqui invasor
con
la copa y la canción
hace
gala de patriótico
fervor;
allí
el verso se hace espada
como
parte de la diversión.
Minoría
de minorías
abrumada
hasta
en este bohemio rincón
por
la juventud wao oxigenada.
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Rimbombante
y arrítmica
cadencia
de
rocinantes ruidos metálicos,
musicalizados
los pies y las cabezas
se
hace dueña la estridencia
en
la fiesta del anochecer.
La
bebelata encendida empieza,
venga
el mafú
y revoloteen las caderas.
-
"¿Que harás
Angélica
mañana?"
"Meter
hasta más
no poder"
-
Comienza
un fin de semana.
En
Condado, San Juan y Cangrejos
se
repite el místico
ritual
musicalizados
los pies y las cabezas
en
el bembé
del anochecer.
Manos
negras sobre el tambor,
manos
blancas sobre la piel,
el
neón
anuncia un orgasmo
en
el asiento trasero de un auto
y
cuando inexorable llegue el amanecer
allá
en la marginal no quedará
ni rastro.
Suena
el tambor encendido
mano
y cuero en mística
unción,
hasta
el oído
de la señora sociedad
llega
el tu-tun mestizo qué
en la ciudad
arropa
y penetra en cada rincón.
Fuego,
fuego en la calle urdido
con
rítmica
y lujuriosa pasión.
La
marginal retumba en desenfreno,
mañana,
mañana otro día
partirá
la
esclavizante rutina, otra luna brillará